BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA Capítulo X

El toque de las campanas de la Iglesia a arrebato intrigó a los vecinos que apostados al pie de sus hornachas, dejaban transcurrir el tiempo hasta el momento de la cena. Pronto se apostaron en la plaza protegiéndose de la nieve en el portón de la Iglesia. Según iban llegando, un murmullo de voces se iba extendiendo tapando el silencio de una tarde ya casi anochecida, que tocaba a su fin.
- Ir a por antorchas y nos volvemos aquí para dividirnos en grupos -la voz del alguacil del ayuntamiento sonaba firme y decidida.
- ¿Pero qué es lo que ha pasado?
- Que dicen que no ha llegado Lucía, la nieta del tío Matías.
- ¿Y creen que la ha pasado algo?
- Pues creen, porque según el molinero, la panadera del pueblo de al lado la vio pasar tiempo ha de que él saliera.
- Pobre chiquilla.
- Bueno, tampoco tiene porqué haberle pasado nada.
Las comidillas y comentarios de hombre y mujeres que se fueron arremolinando en la plaza fueron extendiéndose a medida que éstos llegaban.
Diego, que llegaba con la antorcha ya prendida junto a su padre, se acercó al grupo de hombres que presurosos ya apostaban en los portales del atrio de la Iglesia.
- Mi padre y yo vamos saliendo hacia el camino de la vereda del río. Los que ya estéis y quieran, que vengan con nosotros.
- Tranquilo, Diego -le dijo el alguacil- será mejor que esperemos a todos y luego nos organizamos en grupos y vamos saliendo.
- Con mi padre y alguno de los hombres que hay aquí ya tenemos un grupo. ¿Acaso no ves que ya es anochecida y la nieve no da tregua? Tú espera si quieres a los hombres que aún quedan y organizas otro grupo o dos. Yo voy saliendo.

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