CARTAS

9 de julio del 20--



Querida yo:


Después de estos días tan peculiares, hoy ha sido un día bastante agradable. Madrugamos más que otros días, porque ya sabes que cuesta desperezarse por las mañanas estos días estivales, con el fin de ir al mercado más pronto que tarde y no tener que aguantar el calor que agobia ya en la mañana mientras guardamos las colas en los puestos.  Ha sido una delicia pasear por las calles donde se agolpaban los puestos de frutas y verduras. Algunos son de los pueblos de al lado y traían de sus huertos las lechugas y cebollas tempraneras.

Yo creo que mamá ha disfrutado mucho más que yo pues saludaba entusiasmada a sus amigas de infancia que regresaban al pueblo, según decían ellas, de vacaciones. Mamá se ha regocijado narrando en la comida sus encuentros pero más aún al ver a algunas de ellas bastante dejadas y entradas en carnes, «...y eso que están en la capi, dicen ellas. Pues yo en el pueblo y estoy mucho mejor, ¿o no?» No paraba de repetir, a parte de esto y aquello. Papá insistía con un «que sí mujer, que sí. Pero mucho mejor...», aunque yo creo que ya se lo decía porque la cabeza se nos estaba cargando a todos en demasía.

Por la tarde, se miró al espejo varias veces, se repintó los labios y se sentó debajo del avellano con su caja. Yo me reía porque iba moviendo las caderas más ancha que una gallina clueca.

Las anécdotas de la mañana de mercado no acaban aquí, pero eso será mejor que te lo narre en mi próxima carta.



Tuya siempre,

—Mi yo—





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