CARTA A MI LECTOR
Hacía tiempo que llevaba pensando en cambiar el diseño del blog y ahora, una vez que lo hago, escribo tan solo una entrada y dejo repentinamente aparcada la escritura, aunque no ha sido porque lo haya deseado, un escritor difícilmente deja de escribir como deseo.
Realmente no sé cuántas personas son las que me leen, ni sé a los lectores a los que les gustan mis escritos porque apenas dejan comentarios en mis entradas, quizás algunos no son de comentarios o tan solo prefieran mantenerse en el anonimato. El caso es que, aunque tan solo sea uno quien esté detrás de una pantalla leyendo lo que publico, merece mis más sincero respeto y mi explicación a la falta de publicaciones.
No sabía qué titulo ponerle, y pensé que "CARTA A MI LECTOR" se asemejaba más a la idea que tenía en mente; al fin y al cabo, eso son las cartas, contarle a alguien sobre uno mismo.
Hacia finales de febrero realicé un viaje a Japón del que pensaba subir un pequeño diario con cada una de las paradas, fotografías de las localidades y lugares visitados, mis impresiones, algún consejito a nivel personal y fuera de todo profesional; pero se quedó en tan solo una intención o ilusión frustrada (por ahora, pues mi deseo es retomarlo). Durante los días que estuve allí empecé a sentir un fuerte dolor de espalda que se fue agravando e intensificando a medida que pasaban los días. El tiempo no nos fue nada apacible, días lluviosos más la humedad y el frío, me hacían estar encogida casi todo el tiempo, por lo que yo me autodiagnostiqué una contractura de espalda que me provocaba unos dolores bastante insoportables.
El viaje de vuelta resultó todo un suplicio, fueron 36 horas en las cuales no veía el momento de llegar a casa. Vuelos de dos escalas, y un regreso a casa en coche de cuatro horas. Al día siguiente acudí al médico y por la tarde al traumatólogo, el mismo diagnóstico: contracturas. Pasé tres semanas tratándome con fisioterapia, y la mejoría no se percibía mucho salvo algún que otro día, pero es verdad que nadie conoce su cuerpo más que uno mismo y, a veces hay que insistirles a los médicos en que algo no va cuando las cosas no avanzan. Tras unas radiografías, me vieron dos vértebras fracturadas, visita al hospital y consulta con el traumatólogo. Pendiente de pruebas y una desesperación por mi parte, me llevaron a decir basta y me fui a un neurocirujano dejando la Seguridad Social con su lista de espera.
Lo bueno fue que se abrevió el tiempo, que vas a alguien que es experto en columna y que me pidió dos resonancias que ya tengo hechas, lo malo, que al no haber diagnóstico no hay tratamiento y hay días en los que los dolores se hacen sumamente insoportables.
Mi vida se ha reducido a una calidad nula. Antes tenía días en los que andaba; ahora, hasta eso es tan doloroso que la vuelta es un martirio. Sentarme a escribir me cuesta bastante, pero tenía que escribir esta carta -aunque tenga que hacerlo en diferentes tiempos- y contar al lector que está detrás porqué he tenido que dejar de escribir; aunque solo sea uno, como he dicho arriba, ese uno, merece todo mi respeto.
Llevo tres meses así, y tanto, también con mi segunda novela parada. No sé si es entendible para un lector lo que para un escritor supone eso. Hay momentos en los que la desesperación y la angustia anidan en mí nublando toda esperanza y matando las ilusiones.
El martes vuelvo a tener consulta con el neurocirujano, y con las resonancias en la mano, las cuales según el informe que viene dentro del sobre, dicen que no son dos sino cuatro las vértebras rotas.
Un abrazo, lector anónimo. Gracias por leerme y por estar ahí.
Areños
PD.: No acompaño fotografía alguna al texto, no solo por ser una carta, -que yo no lo veo-, sino porque mi espíritu coqueto se ha quedado perdido en algún cajón llenándose de telarañas.
Hacia finales de febrero realicé un viaje a Japón del que pensaba subir un pequeño diario con cada una de las paradas, fotografías de las localidades y lugares visitados, mis impresiones, algún consejito a nivel personal y fuera de todo profesional; pero se quedó en tan solo una intención o ilusión frustrada (por ahora, pues mi deseo es retomarlo). Durante los días que estuve allí empecé a sentir un fuerte dolor de espalda que se fue agravando e intensificando a medida que pasaban los días. El tiempo no nos fue nada apacible, días lluviosos más la humedad y el frío, me hacían estar encogida casi todo el tiempo, por lo que yo me autodiagnostiqué una contractura de espalda que me provocaba unos dolores bastante insoportables.
El viaje de vuelta resultó todo un suplicio, fueron 36 horas en las cuales no veía el momento de llegar a casa. Vuelos de dos escalas, y un regreso a casa en coche de cuatro horas. Al día siguiente acudí al médico y por la tarde al traumatólogo, el mismo diagnóstico: contracturas. Pasé tres semanas tratándome con fisioterapia, y la mejoría no se percibía mucho salvo algún que otro día, pero es verdad que nadie conoce su cuerpo más que uno mismo y, a veces hay que insistirles a los médicos en que algo no va cuando las cosas no avanzan. Tras unas radiografías, me vieron dos vértebras fracturadas, visita al hospital y consulta con el traumatólogo. Pendiente de pruebas y una desesperación por mi parte, me llevaron a decir basta y me fui a un neurocirujano dejando la Seguridad Social con su lista de espera.
Lo bueno fue que se abrevió el tiempo, que vas a alguien que es experto en columna y que me pidió dos resonancias que ya tengo hechas, lo malo, que al no haber diagnóstico no hay tratamiento y hay días en los que los dolores se hacen sumamente insoportables.
Mi vida se ha reducido a una calidad nula. Antes tenía días en los que andaba; ahora, hasta eso es tan doloroso que la vuelta es un martirio. Sentarme a escribir me cuesta bastante, pero tenía que escribir esta carta -aunque tenga que hacerlo en diferentes tiempos- y contar al lector que está detrás porqué he tenido que dejar de escribir; aunque solo sea uno, como he dicho arriba, ese uno, merece todo mi respeto.
Llevo tres meses así, y tanto, también con mi segunda novela parada. No sé si es entendible para un lector lo que para un escritor supone eso. Hay momentos en los que la desesperación y la angustia anidan en mí nublando toda esperanza y matando las ilusiones.
El martes vuelvo a tener consulta con el neurocirujano, y con las resonancias en la mano, las cuales según el informe que viene dentro del sobre, dicen que no son dos sino cuatro las vértebras rotas.
Un abrazo, lector anónimo. Gracias por leerme y por estar ahí.
Areños
PD.: No acompaño fotografía alguna al texto, no solo por ser una carta, -que yo no lo veo-, sino porque mi espíritu coqueto se ha quedado perdido en algún cajón llenándose de telarañas.
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