A PARTES IGUALES
—Deje eso ya, padre. No ve que se va a mancar.
Que no hay manera con este hombre, tol día con él pa cá y pa llá. Total, pal caso que me hace. Hoy le ha dado por los leños, hasta que se le caiga uno y le manque un pie o le dé un lumbago desos igual que el invierno pasao.
—¿Dónde está la Morena?
Y dale con preguntar. Si no van veinte veces ya, ninguna va.
—¡Qué pesao está!
—La Morena, Adelita, la Morena.
—La Morena hace ya rato quel Eustaquio la metió en la cuadra y la ordeñó. ¿Ya se queda usté más tranquilo?
—¿Me has hecho ya las sopas de ajo?
—En ello estoy, si me deja en paz.
—¿Ha venido ya la Jacinta?
—La Jacinta se fue pa no volver, padre. ¡Y deje usté eso ya! ¡Leches! Que le he dicho mil veces que se va a mancar.
—Es pa que no se apague la lumbre.
—Y se apagará si no deja usté de urgar.
—¿Ya está en la cuadra la Morena? La habrá traído la Jacinta.
Pa qué le voy a contestar. ¡Maldita la hora en que se fue! Bien avispá que fue, con esos aires de señorita. Ni al entierro vino de madre, ni una carta ni ná. Y aquí el viejo erre que erre. Si ya se quedó la tonta pa tirar de padre y madre, de las tierras, de la Morena y de tó. Y el día menos pensao se presentará y reclamará la herencia. ¡Tócate leches! Y aquí la tonta a repartir a partes iguales. ¡Lista fue la Jacinta! Bien espabilá les salió a padres la otra hija, bien, que hasta a la señora maestra embaucó, a todos menos a ésta, que a mí nunca me atontó. Que una siempre la vio venir. Que si no fuera por madre, ¡aquí me iba a haber quedao yo! Mira que lloró la mujer. Y lo que esperó, que hasta en su lecho de muerte creyó que la vería por última vez, y la muy casquivana jamás apareció. Ésta por aquí no vuelve hasta que el viejo las palme y, entonces, vendrá y dirá que a iguales las partes. A repartir, a partes iguales, claro, que pa lo otro, entero, ya me lo he llevao yo, que pa eso quedó la tonta, la menos espabilá, la que con tó tuvo que tirar.
—Adelita.
—Y ahora qué quiere, padre.
—Dame las sopas, hija, que me quiero ir a acostar.
¡Al catre, bendita hora! Así me quedo tranquila y puedo coser las cortinas. ¡Anda, leches! Me olvidaba de la carta que trajo hoy el Agustín. Ni tiempo tuve de abrirla. ¿Quién puede mandar una carta sin remite ni na?
—Deje los leños, padre. Y cómase las sopas ya.
—Mañana haces cocido pa comer.
—Si usté no lo puede comer. Sin dientes ya, ¡qué va a morder!
—Es pa la Jacinta, hija, tu hermana, que bien la gustaba de chica, que dice la carta que trajo hoy el Agustín, que llega mañana.
¡Maldita sea la hora! ¡Maldita sea mi estampa!
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