LOS PATOS DEL PARQUE 2ª Y ÚLTIMA PARTE

Se vuelve a levantar aire y esta vez parece que es más frío. La tarde se apaga y las nubes se ennegrecen como esperando el momento en que las personas se retiren para lanzar su tormentosa lluvia.
Julián se va y él decide hacer lo mismo. Se acompañan mutuamente parte del camino y él sigue sólo el resto; aún le quedan un par de manzanas antes de llegar a casa. El aire que le acaricia la cara, se torna más frío y helado y empieza a penetrarle en los huesos, aquellos huesos,que como su amigo Julián contaba, pasaron tanto hace ya tantos años, allá en la mina. Cuántas humedades, buzos empapados, manos y rostro negros del carbón; aunque él parte del tiempo lo pasó fuera de la mina, al principio de crío tuvo que chupar lo suyo.
Luego conoció a Manuela, aún se acuerda de aquél día cuando el facultativo de minas acababa de llegar nuevo al pueblo con toda su familia. Ella era la típica señorita de ciudad fina y educada, y él, un pobre minero que apenas pudo articular palabra cuando aquél hombre le presentó a su hija.
La llave se vuelve a atascar en la vieja cerradura de la puerta  de casa. La tenía que haber cambiado. Sus hijos le riñen... "la cerradura se atasca papá, tienes que cambiarla..." Pero él se ha negado a cambiar nada, quiere que todo esté igual que cuando ella se fue. No volvió. Apenas cuatro días en el hospital fueron suficientes para ir dejando poco a poco su último suspiro. Pero a él le queda el consuelo de que no sufrió. Estaba dormida y dormida dijo adiós. En silencio.
Pero a él, aquél vacío que le quedó a partir de aquél momento va siendo como un puñal que abre continuamente una herida.
Por eso no se ha ido, sus hijos si querían que se fuera al Geriátrico; pero él no, él prefiere sentarse en aquél sillón sobre el tantas cabezadas dio mientras veía la televisión. Le gustaba dormirse y ver a Manuela hacer ganchillo en su mecedora, y soñar que cuando despierte irán juntos al parque a echarles el pan a los patos. Cada rincón de la casa huele a ella, el perfume de sus cabellos está en cada esquina de la casa, es como si su presencia viviera aún en cada estancia. A veces, la soledad se hace eterna y los recuerdos duelen. Las lágrimas afloran a su rostro y rompen el silencio de la habitación. Y llora, llora como un niño en la soledad del recuerdo. Luego esperará que suene el teléfono, a partir de las 8 siempre llama alguno de sus hijos. Le dirán lo mismo, que se cuide, que si está bien, que es mejor que esté acompañado, que no esté solo por si algún día le pasa algo... y él esperará que le digan que vienen el domingo, como entonces, igual que entonces... con Manuela.
Hoy no tiene ganas de hacerse nada para cenar. Empieza a sentir otra vez frío pero la casa está bien caliente. Se tapa con la manta, y ve como la soledad le duele. La manta no le quita el frío y piensa que quizás  tiene fiebre. ¡Para qué llamar a la vecina!. Mejor así... que todo acabe.
Quizás Manuela allá donde esté le espere y juntos recorran aquellos caminos que nunca pudieron recorrer y que tantas veces planearon. Se acurruca recostando la cabeza en el sillón y siente que le falta el aire... empieza a sentir el calor de la manta y lentamente se adormece... "MANUELA...¿ESTÁS AHÍ MANUELA?..."
Ya no llorará más acordándose de ella, en sus ojos entreabiertos, ardientes por la fiebre sonríe a Manuela. El espíritu de ella inunda la estancia, él sabe que ha venido a buscarle.
Cuando mañana llamen y nadie abra la puerta, comprenderán que algo ha sucedido. Llamarán a sus hijos, abrirán la puerta y le encontrarán como dormido sobre el sillón. Pero para cuando ellos vengan, él ya se habrá ido; sólo su amigo Julián le echará de menos. El banco del parque a partir de entonces ya estará vacío y los patos esperarán el pan de cada día, pero habrá otro viejo que después de mañana volverá a hacer lo mismo. 
Pero a él eso ya le da igual.
La ve allí, sonriéndole, tendiéndole la mano para irse con ella. Ya no tiene frío. Ya no siente nada, porque ahora sí está con ella... está con Manuela.




Abril del 2006

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