BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA

Manuela se colocó el mandil y comenzó con la faena de la cocina. Jacinta hizo su entrada un tiempo después. 
Ambas se miraron. No hicieron falta palabras, porque Manuela ya leyó lo que quería saber en los ojos de Jacinta. Marina vio como Jacinta y Manuela se entendían con una simple mirada. No hacía falta preguntas, pero para ella sí que había muchas preguntas y Marina tuvo la misma sensación que el día anterior, cuando llegó a aquella casa.
La noche se había echado encima y un coche aparcó a la puerta de la casa. Doña Adelfa bajó las escaleras deprisa y abrió la puerta de la calle. Se oyó la voz de alguien que despedía el coche y el sonido de éste al arrancar y marcharse. Marina, en camisón, semiescondida en el pasillo que daba a su habitación, vio que un hombre alto y moreno hacía su entrada en el vestíbulo de la casa, mientras le daba parte del equipaje a Adelfa.
- ¿Todo bien?- la preguntó.
- Hoy ha estado más nerviosa que de costumbre, presentía su llegada y ha estado algo alterada. Ahora está dormida, le he suministrado un sedante de los que la manda el doctor y espero que pase la noche tranquila.
- Mañana pasaré a verla. Buenas noches, Adelfa.
Y sin más, desapareció escaleras arriba.

Comentarios

Entradas populares