BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA Capítulo XVI

El viento azotaba con fuerza las ramas de los árboles, despegando las hojas que tantas veces habían dado sombra en el verano; ahora cubrían, cual alfombra amarilla, el suelo del jardín arremolinándose en montones empujados por el aire. La tarde fresca del frío otoño acompañaba el desasosiego que se vivía desde hacía días en esa casa. Ya apenas quedaba ningún recuerdo de las flores que con tanto mimo y atención había cuidado durante todo el verano, regando la tierra que el sol calentaba absorbiendo la savia de las plantas.
 El doctor hacía poco que se había ido; tras la consulta de la mañana, había permanecido casi todo el día allí, con ella, escuchando su corazón y su respiración. Él se lo había dicho días antes, pero ese día se había agravado y parecía que todo aquello que no se deseaba se iba acelerando por minutos. Lucía, abrazada a la toquilla que cubría sus hombros, contemplaba tras la ventana de la sala la lluvia que empezaba a resbalar por los cristales, golpeada a su antojo por el viento. Sintió en su boca el sabor salado de una lágrima que acababa de resbalar por su mejilla; el cansancio y la desesperanza de los últimos días habían ido llenando dentro de ella un saco de pena que crecía día a día.
La miró. Se había quedado dormida; el sedante que don Julio le había suministrado antes de marchar había hecho su efecto, y ahora descansaba sobre la cama que tuvieron que acoplar en la sala de abajo. Solo tuvieron que mover algunos muebles. Fue idea de su abuelo, y aquella anciana estuvo de acuerdo, quería mucho a Lucía y no deseaba que durante su enfermedad se agotara subiendo y bajando las escaleras. Pero hacía tiempo que se quedó allí, durmiendo con ella, cuidándola con las mismas atenciones y mimo que el cariño que de ella había recibido; «eres como una nieta», le decía, «ojalá lo hubieras sido, aunque para mí... —y se detenía porque se ahogaba y volvía a intentar tragar aire para volver a hablar— es como si realmente fueras mi nieta...», y le cogía la mano y la sonreía y cerraba los ojos intentando descansar mientras su respiración agitada la agotaba por momentos.

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