CARTAS

28 DE JUNIO DEL 20--

Querida yo:

No te puedes imaginar cuán rápido salté hoy de mi cama en cuanto oí el canto del gallo. Sobre esas horas, los rayos del sol suelen colarse por entre las contraventanas de mi habitación, pero hoy, dormitaban perezosas alguna que otra nube por el cielo, y parece que lo impidieron. Casi lo agradecí porque ayer fue un día agotador de calor.
La abuela se pasó la mañana debajo del roble sentada en el sillón de mimbre que mamá le saca y le mete según su antojo, todos los días. Por la tarde, aunque aún da la sombra, prefiere meterse al frescor de la casa. Mamá dice que es mejor así porque de este modo, la deja hacer las labores y la comida por las mañanas y no anda de hociquera detrás de ella. Lo cierto es que después de comer, se queda dormida y se echa sus buenas siestas aunque ella siempre dice que no duerme.
Papá suele recostarse en su sillón de siempre y cómo dice mamá, nunca puede ver ni oír nada, ya que entre el uno y el otro parecen un requiém con sus ronquidos y resoplidos que pegan. Así que, casi siempre, mamá acaba agarrando su caja secreta y se sienta en el porche junto al avellano para hacer sus costuras de ganchillo.
Yo, sin embargo, pasé el día en estado de marmota, sin ganas de hacer nada. Revisé mi armario con la intención de hacer limpieza y así eliminar las ropas que ya no necesito. Pero me cansé enseguida. 
El martes que viene es el mercado y ya sabes lo que me gusta revolver entre los puestos de los tenderos.

Tuya siempre,

----Mi yo----

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