BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA

Entró en el cafetín con los nervios deshaciéndole por dentro. No sabía a quién podía dirigirse pues toda aquella gente era desconocida para él, además había de diferentes edades y aunque él era aun muchacho joven, bien podría ser cualquiera de los cuatro o cinco que había por allí. Pidió un café y se sentó en una de las mesas del fondo al otro lado de la barra, pensó que le encontraría más fácilmente su hijo a él que no al revés; qué iba a hacer, acercarse a cada joven solitario de los que por allí pululaban preguntándoles si sería él, no, mejor sería que le buscara, sentado en aquella mesa como lobo solitario sería fácil de descubrir, además llevaba tantos años por aquellas tierras que si el muchacho preguntaba por don Julio, el médico, fácilmente sabrían decirle quién era. Habían pasado unos diez minutos cuando un muchacho joven de porte de señorito de ciudad, finamente vestido se le acercó. Llevaba un traje gris con un pañuelo anudado al cuello, le saludó cordialmente y le preguntó si era él, cuando alzó la vista, las palabras no salieron, tampoco quiso, aquellos instantes estudió aquél rostro infantil, con aquellos mismos ojos tiernos y la misma sonrisa en los labios, sólo que ahora, estaban en un cuerpo de hombre. Se dejó observar y él hizo lo mismo, ambos corazones se aceleraron, para aquél médico era como tener ante si el sueño de cada noche, aquél ser por el que cada día se había escapado una lágrima perdida. Para aquél muchacho, el hombre que tenía ante él era el padre con el que le hubiera gustado compartir aquellos juegos de su infancia, ahora entendía por qué cuando iba a verle esporádicamente hacía tantos años como un tío lejano que presentaba su madre se sentía tan unido y tan a gusto junto a él como nunca lo estuvo junto a aquél a quien siempre le llamó padre. Aquellas visitas se fueron espaciando y de repente nunca más se volvió a saber de él, simplemente se fue y ya no volvió. Tuvo que pasar mucho tiempo para descubrir todo lo que tuvo que ver su madre en ello.
Se sentaron juntos y hablaron, hablaron y hablaron hasta que la noche se les echó encima, las horas fueron minutos y estuvieron a punto de compartir la cena si no fuera porque vinieron a buscarlo que debía acudir con premura, alguien en su pueblo se había puesto enfermo y requerían sus servicios, así que se despidieron, se abrazaron largamente y prometieron volver a celebrar un momento como aquél.

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