BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA

Fernando regresó de sus pensamientos y contempló a Adelfa que bajaba los últimos peldaños de la escalera, lo hacía como siempre, con su porte erguido y su semblante serio, la expresión de su rostro era tan regia que su presencia imponía cada vez que entraba en una estancia, de riguroso negro y con un moño tirante en la nuca... siempre la había conocido igual. De niño solía asustarle e intimidarle cada vez que se le acercaba. Después llegó a acostumbrarse, e incluso llegó a comprenderla, sobre todo desde el día en que ella le confesó aquello... Sólo entonces varió la expresión de su cara e incluso las lágrimas afloraron a sus ojos, ahora estaba allí... seguro que le amonestaría por entrar en la cocina. Para eso estaba ella, para atenderle y servirle en lo que necesitara. Pero ahora a él sus requiebros prácticamente no le afectaban, era los suficientemente mayor para hacer lo que le viniera en gana, y además estaba en su casa, aquella era su casa y él era el señor y ella seguiría siendo la fiel ama de llaves de tantos años, a pesar de todo...

- Dime, Adelfa, ¿qué querías?
- Sabes Fernando, que si necesitas cualquier cosa yo misma puedo ir a la...
- Lo sé Adelfa -Fernando no la dejó seguir, interrumpiéndola- Pero dime, porque estoy seguro de que no bajabas a recriminarme. ¿Qué ocurre?
- Está demasiado alterada, la noticia de que la has apartado de todo no la ha sentado nada bien, está fuera de sí.
- Es normal, sus opiniones dentro de la empresa siempre se tuvieron en cuenta, era buena para los negocios, tenía una intuición que para sí ya quisieran muchos hombres de empresa.
- Sí, siempre fue una mujer muy inteligente, quizás por eso se ha tomado así la noticia.
- Tarde o temprano esto tenía que llegar Adelfa, tú bien lo sabes.
- Creo que deberías de subir a hablar con ella. Me ha tirado la bandeja de la comida. Ha empezado a lanzarlo todo, se puso fuera de sí.
- Está bien. Subiré ahora mismo.

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