BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA Capítulo X

Los gritos de los hombres, empezaron a sonar como ecos en la falda de la montaña. Habían recorrido un buen trecho cuando vieron a lo lejos una figura sombreada sobre el fondo blanquecino. Había empezado a dejar de nevar y un ligero viento frío acariciaba cortante sus rostros.
- Aquél debe ser el tío Matías.
- ¡Diantres de viejo! -sonó la voz de Diego.
- No le digas nada, para el hombre su nieta es toda su vida. ¡Matíassss...! -la voz del tío Genaro sonó profunda en el silencio de la noche.
Cuando llegaron a él, la edad del hombre y la pesadez de sus piernas hacían que sus pasos fueran lentos y torpes.
- Pero cómo se le ocurre a usted salir. ¿Qué quería? ¿Qué en vez de uno tuviéramos que buscar a dos? -la voz de Diego sonó a requiebro.
Las lágrimas resbalaban por un rostro envejecido por los años, la pena dibujada en su semblante heló cual la noche a aquél grupo de hombres que contemplaron a un viejo desvalido, con los ojos enrojecidos del llanto. Diego sintió una sensación de malestar por el tono con que había dirigido sus palabras al ver a aquél hombre derrumbado de la angustia que sentía de poder perder al único ser que tenía en esta vida.
- Matías, ¿está bien? -la voz del médico sonó consoladora.
- Si don Julio, estoy bien. ¡Diego, tengo que encontrarla...! ¡Genaro, tú sabes que es lo único que tengo...!
- Tranquilo, compañero. De peores hemos salido. ¿Te acuerdas?
- Pero es mi nietas, Genaro, es mi nieta... -la voz del hombre se hacía quebradiza por momentos.

Los grupos siguieron la búsqueda y las voces de los hombres se extendían como cánticos en el silencio de la noche.

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