BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA

Marina que se encontraba ya en los aposentos de Fernando, empezó por la habitación de éste. Abrió de par en par la ventana dejando que la estancia se airease mientras hacia la cama. Cogió la bata de seda gris y la colgó en el armario, antes de hacerlo aspiró el aroma que desprendía y recordó el día que él la sujetó entre sus brazos, cuando a punto estuvo de desvanecerse al oír aquellos gritos penetrantes y desgarradores.
Después de limpiar las dos estancias colindantes entró en la biblioteca. Le gustaba aquél lugar, el olor a madera y libros que la estancia desprendía la hacía sentirse cómoda y a gusto. A veces, cuando quitaba el polvo de las estantería, deslizaba las hojas de los libros entre sus dedos y sentía curiosidad por el contenido de alguno de ellos. Cogió uno y pasó delicadamente las hojas de una en una. Jamás había visto tantos libros juntos y a veces había sentido la tentación de coger uno e ir leyéndolo poco a poco en su habitación, probablemente no se enterarían... ¡Había tantos...! Sostuvo aquel libro entre sus manos y leyó el título: "Jane Eyre", Charlotte Brontë. No sabía por qué pero era la segunda vez que cogía ese libro, parecía como si una atracción irresistible la atrajera hacia él, o a lo mejor simplemente se tratara de una coincidencia.

Limpiaba el polvo de los libros sacándoles de sus estanterías, alternando ésta con cada día de limpieza, apenas se acumulaba polvo en la casa pero las órdenes de doña Adelfa eran bien explícitas, de todos modos era su trabajo y tampoco la costaba mucho cumplir con aquella tarea, se encontraba cómoda allí. Imaginaba las historias escondidas en cada libro, palabras de amor y desamor en cada página, aventuras de héroes y viajeros por mares y tierras, vidas anónimas, intrigas y verdades ocultas, sueños rotos... Marina dejaba volar su imaginación y volvía a retener la idea de poder algún día leer alguno de aquellos libros. Eran de diferentes tamaños y Marina no entendía el orden en el que estaban colocados, se limitaba a sacarles y volverles a dejar en su mismo sitio. Mientras pasaba el trapo delicadamente por ellos, solía abrirles con cuidado, había unos que eran un poco más voluminosos de los normal y bastante pesados cuyas hojas de su interior se abrían expandiéndose en tres o cuatro hojas unidas cuyas estampaciones de gráficas y litografías Marina no llegaba a entender ni comprender, otros eran más diminutos, llenos de letras y sin dibujos, como aquél que en aquel momento sostenía entre sus manos, los cuales apenas pesaban una parte de aquellos otros tan pesados, estos eran los que para Marina estaban llenos de historias que harían soñar con otro tipo de mundo y de vida.

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