CARTAS

6 de julio del 20--


Querida yo:

La tormenta de estos tres días se ha llevado por delante las flores del jardín de mamá. Cuando ya dejó de llover, el cielo regresó con su azul tan intenso y claro como cualquier día de verano, así que mamá aprovechó a darse una vuelta para ver sus rosales y sus hortensias. Pocas flores quedaban, pues el viento y la lluvia se habían encargado de separar los pétalos de sus capullos. Me dio pena verla tan disgustada, pero ya sabes cómo es la abuela, no sé si en aminorar su pena o incrementársela más, porque no tardó en decirla que penas mayores han llovido que tienen solución y que esa la tenía.
El resto del día fue bastante raro. Mamá casi no habló y se pasó intentando arreglar en sus flores lo que la tormenta se había cargado. La abuela a lo suyo, aprovechando el enfado de mamá y que apenas estaba en la casa, decidió visitar varias veces al día el armario de los dulces y cuando no cogía una magdalena, cogía una galleta. Yo la miraba de reojo y hacía como si no me enteraba, ciertamente, tampoco me apetecía volverlas a oír enzarzarse en una discusión de las suyas.
Papá, en cuanto vio que el día clareaba, marchó a ver cómo estaban los campos de la difunta tía Gertrudis. Se preparó su mochila con su bota de vino, pan y unas viandas y junto a Toby, el perro, salió diciendo que casi seguro se estaría todo el día y no vendría hasta la tarde noche.
En días así, es, cuando más te echo de menos.

Tuya siempre,

---Mi yo---




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