CAPÍTULO III (2ª Parte)

—En esta casa hay dos cosas que no se perdonan —su voz era seca y áspera—: una la puntualidad y la otra es la presencia.
—Lo siento —dijo Marina—, no sabía que me había retrasado.
—Llegas cuatro minutos tarde, y tu aspecto no es el correcto, el pelo ha de estar completamente recogido y no debes tener ni un pelo suelto. Tus labores en esta casa serán las de tener las estancias en condiciones, deberán estar perfectamente limpias. Te encargarás de abrir la puerta de la calle cuando llamen, llevarás la ropa de la casa y la tendrás limpia y almidonada. De la cocina y la comida se encarga la cocinera. Desayunarás, comerás y cenarás en la cocina con el resto del servicio. Acudirás al mercado cuando sea necesario y Jacinta te acompañará. Hay estancias de la casa en las que no podrás entrar. Subirás únicamente hasta el segundo piso. En el primero se encuentran las habitaciones del señor y su despacho. En el piso de abajo, como has podido ver, se encuentran la cocina y las habitaciones del servicio. Un aseo, el salón de la casa, que está detrás de las dos puertas grandes que hay en el vestíbulo y el comedor que está al lado del salón. Y no olvides esto, hay un tercer piso, pero jamás subirás a él. Es una zona personal, y el servicio no está autorizado.
Marina notó la expresión nerviosa de Jacinta cuando oyó lo del tercer piso. Se abrió una puerta al otro extremo de la cocina y una mujer rechoncha y algo entrada en años hizo su entrada.
—Buenos días —dijo. Cargaba con un capazo de verduras que colocó sobre la trébede.
—Marina, esta es Manuela, la cocinera de la casa. Manuela, esta es Marina; como puedes ver, es la muchacha que estábamos esperando. Ha llegado esta mañana. Le darás las instrucciones pertinentes, pues mañana irá al mercado con Jacinta.
Y dirigiéndose a Marina le dijo:
—La casa está falta de limpieza debido al tiempo que llevamos esperando a alguien. Jacinta te indicará dónde están los trapos de limpieza, comienza lo antes posible y procura no distraerte con nada. En esta casa, no se permiten las pérdidas de tiempo. ¿Lo has entendido? Y tampoco se hacen preguntas.
Miró de forma enérgica a Manuela y dándose la vuelta salió de la cocina. Todas sintieron como si un viento frío hubiera salido con ella. La rigidez de las mujeres dejó paso al relajamiento de los cuerpos.
—Es así con todo el mundo —le dijo Manuela—. En esta casa, oír, ver y callar. Si te limitas a eso, todo irá bien.
—¿No hay señora en la casa? Solo ha hablado del despacho del señor.
—Adelfa es el ama de llaves y deberás dirigirte a ella como doña Adelfa y como bien te ha dicho, aquí, mozuela, no se hacen preguntas. Y yo voy a ponerme a hacer la cena, que aún tengo que cocer las verduras para hacer la sopa. Tú deberías hacer lo mismo si quieres empezar con buen pie en esta casa.
Adelfa... Luego aquella mujer cuyo aspecto daba más miedo que confianza se llamaba Adelfa y era el ama de llaves... Dejó su curiosidad aparte y cogió la escoba y trapos que del cuarto de limpieza le había mostrado Jacinta.

Comentarios

Entradas populares