... A TI ÁRBOL AMIGO
Emerges de la tierra
solitario y esbelto
en medio de un paisaje
que Dios alfombró de belleza
y paz.
Clavas tus raíces con firmeza
exigiendo el derecho
a ser dueño de esa parte del mundo
que forma parte de ti,
y de mí.
Cubres tus ramas de hojas verdes
que acarician el aire
ensoñando momentos de melancolía
que vagan en tardes de lectura,
de amantes embriagados,
borrachos de letargo
donde pasión y amor
cosen sin hilos,
horas que transcurren
en el devenir del tiempo,
divagando entre realidad y sueño.
Y tú,
orgulloso testigo
de días de historia,
de primaveras renacidas
florecientes al mundo.
De veranos donde sombreas
rayos de sol que se cuelan
cual fantasmas entre tus ramas.
De otoños donde vistes
de amarillos y ocres tus ropajes,
y despides al viajero de tus hojas
cuando parte.
Donde el invierno
visita tu casa
vistiendo de blanco
tus ramas desnudas.
A ti,
belleza de la naturaleza,
abrazo tu tronco
y gravo mi nombre
en tu corteza muda,
la misma que hablará
a quien visite tu morada,
lector de tus imágenes,
peregrino que reposa el cuerpo
a la sombra de tu copa
y al pie de tu tronco.
Cuando yo parta,
tú,
seguirás ahí,
mientras yo en mi lecho,
cerraré mis ojos
dejando partir mi sueño,
que me lleve en el recuerdo
a revivir los días
donde sentí tu brisa
que acarició mi piel
cuando era niña
cuando junto a tus pies dormía.
Y dejaré legado,
para que en mi partida,
lluevan en tus raíces
mis cenizas.
solitario y esbelto
en medio de un paisaje
que Dios alfombró de belleza
y paz.
Clavas tus raíces con firmeza
exigiendo el derecho
a ser dueño de esa parte del mundo
que forma parte de ti,
y de mí.
Cubres tus ramas de hojas verdes
que acarician el aire
ensoñando momentos de melancolía
que vagan en tardes de lectura,
de amantes embriagados,
borrachos de letargo
donde pasión y amor
cosen sin hilos,
horas que transcurren
en el devenir del tiempo,
divagando entre realidad y sueño.
Y tú,
orgulloso testigo
de días de historia,
de primaveras renacidas
florecientes al mundo.
De veranos donde sombreas
rayos de sol que se cuelan
cual fantasmas entre tus ramas.
De otoños donde vistes
de amarillos y ocres tus ropajes,
y despides al viajero de tus hojas
cuando parte.
Donde el invierno
visita tu casa
vistiendo de blanco
tus ramas desnudas.
A ti,
belleza de la naturaleza,
abrazo tu tronco
y gravo mi nombre
en tu corteza muda,
la misma que hablará
a quien visite tu morada,
lector de tus imágenes,
peregrino que reposa el cuerpo
a la sombra de tu copa
y al pie de tu tronco.
Cuando yo parta,
tú,
seguirás ahí,
mientras yo en mi lecho,
cerraré mis ojos
dejando partir mi sueño,
que me lleve en el recuerdo
a revivir los días
donde sentí tu brisa
que acarició mi piel
cuando era niña
cuando junto a tus pies dormía.
Y dejaré legado,
para que en mi partida,
lluevan en tus raíces
mis cenizas.
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