BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA

La noche refrescaba a pesar de que el verano se asomara lentamente algunos días, avisando ya de su cercana presencia. Lucía juntó los bordes de su toquilla, que colocada sobre sus hombros, la protegía de la friura de la tarde anochecida. Se apostilló en el porche, de pie, contemplando la calle vacía y la noche estrellada, la luna llena iluminaba claramente cada fachada y cada viandante, pero en aquél momento no pasaba nadie. Había dejado a doña Clotilde cenada en la salita de su casa y se retiraba ya. La tarde había estado llena de emociones y la visita de don Julio y la revelación de su enfermedad le habían dejado una extraña sensación en su interior. Luego estaba lo de aquella carpeta, serían seguramente papeles relativos a su casa que no le gustaría que la desaparecieran, sí, probablemente sería eso.
Bajó los dos escalones y atravesó el jardín por el pasillo que daba a la verja. Se encargó de dejar ésta bien cerrada, pues así los gatos y los perros que anduvieran en la noche no entrarían ni estropearían las flores que ya brotaban. Subió despacio la pequeña cuesta de la calle, apenas dos pasos y se detuvo, se volvió y se quedó mirando hacia la casa, en la ventana de la sala se percibía ténuemente la luz de la lámpara, sabía que aún seguiría allí un buen rato antes de irse a la cama. Volvió a reanudar el camino, una clara figura estaba varada al final de la calle, Lucía lo miraba mientras la remontaba, con las manos en los bolsillos de los pantalones, Diego llevaba largo rato esperándola. Cuando Lucía llegó a la altura de él, le saludó:
- ¡Buenas noches, Diego! ¿Qué haces aquí? -la pregunta habría sobrado si Lucía hubiera estado segura de por qué Diego estaba allí.
- Te estaba esperando.
- Bien, pues tú dirás -su voz se notó cansada y sin muchas ganas de conversación.
- ¿Quería saber la respuesta?
- ¿Y has venido hasta aquí, sólo para eso? Podrías haber esperado a mañana.
- Lo cierto es que salí a pasear después de cenar, la noche es agradable y está tan clara que pasee sin rumbo. Cuando me di cuenta había llegado hasta aquí y me había salido hasta fuera del camino del pueblo. He llegado hasta el prado de la fuente y me di la vuelta, supuse que estarías a punto de salir de la casa de doña Clotilde y decidí esperarte.
Lucía escuchaba a Diego, estaba cansada, había sido un día de emociones y sólo tenía ganas de llegar a casa, miraba a Diego que tenía fijamente clavados sus ojos en ella, sintió un escalofrío y apretó su toquilla como si pudiera aliviarla de aquella sensación, pero sabía que aquello no era frío, quería irse de allí, no quería ninguna emoción más, habían sido suficiente, la luna llena era dueña de la noche y ella no quería sentirse seducida, agachó la mirada y le contestó:
- Está bien, Diego, pasado mañana nos vemos. Ahora me voy a casa, estoy cansada. Buenas noches.
No quiso mirarle, quería que aquella escena se rompiera y ella irse de allí, le había dicho sus últimas palabras sin apenas levantar la vista del suelo. Solo le miró al despedirse. Entró en su casa y trancó la puerta. Diego la vio desaparecer tras ella y sin más, siguió el camino de la calle hacia la suya.

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