BAJO LA SOMBRA DE UNA MENTIRA

Manuela miró a Jacinta y Marina percibió la complicidad y misterio que hubo en aquél cruce de miradas. Antes de que intentara hacer pregunta alguna, Manuela dijo:
- Jacinta sabía lo que hacía, Marina. En la casa están prohibidas las flores -y sin más se dispuso a sacar la compra que habían traído del mercado- deberías ir a hacer las faenas de la casa antes de que doña Adelfa os vea paradas. Además yo tengo que preparar la comida, el señor regresa hoy y yo tengo que tener todo listo.
Jacinta salió de la cocina, momento que Marina aprovechó para saciar su curiosidad.
- Manuela, ¿qué ocurre? ¿por qué hay tanto misterio en sólo unas flores?
- Mira hija, Hace años, en esta casa todo era bien distinto. Pero todo cambió y se prohibieron hasta las flores. No hagas preguntas y conservarás tu trabajo. Si necesitan en tu casa el dinero, es lo mejor que puedes hacer. Vete a hacer las faenas, Marina. Doña Adelfa se enfadará mucho si el señor llega y no está todo dispuesto.
- ¿Qué debería hacer hoy?
-Yo que tú empezaría en el primer piso. El señor cuando viene siempre se encierra en su despacho y trabaja hasta tarde. Para comer, lo hace solo, en una salita que tiene entre su despacho y su habitación. Creo que deberías quitar el polvo que hubiera en esas estancias. Si quieres saber algo más deberías preguntárselo a doña Adelfa. Yo por de pronto, voy a preparar la comida que el tiempo viene rodando.
-¿Dónde puedo encontrarla?
- En algún lado de la casa estará... y déjame ya niña, que es mucho lo que ya me vas entreteniendo.
Cuando Marina subió las escaleras del primer piso vio que las puertas dobles de un lado del pasillo estaban abiertas. Éste era ancho y alargado, y la escalera daba la vuelta sobre sí subiendo a lo que debía ser el segundo piso. Entró dentro y vio a Jacinta faenando. La estancia tenía en frente un gran ventanal que daba a un lado del jardín de la casa. Una chimenea en una esquina y junto a ella un cómodo sillón orejero. 

En una de las paredes, un amplio mueble biblioteca lleno de libros, una pequeña mesa y algunos muebles más. Las cortinas eran ligeras, como si allí si quisieran que entrara la luz. Dos puertas en dos de las paredes opuestas parecían llevar a dos habitaciones distintas. Jacinta miró a Marina y en el cruce de miradas que tuvieron, los ojos de Jacinta se fueron hacia la puerta. Marina se volvió y vio que doña Adelfa se encontraba de pie junto a ésta.

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